«Si deseamos preservar la cultura debemos continuar creándola» Johan Huizinga
¡Que el Señor les dé su Paz!
Recientemente, el mundo comenzó a vivir en una emergencia particular y de alcance global. Diversos contextos y lugares, diferentes culturas, sistemas sociales y económicos y, absolutamente todos los sistemas relacionales, empezaron a declararse en emergencia. Una tras otra, hicieron que hoy pudiéramos preguntarnos sobre esta compleja realidad, sus consecuencias y retos. La escuela no puede estar ajena a responder con “lucidez y audacia” a lo que muchos llaman “una nueva realidad” ya que somos una institución que se ha visto golpeada y cuestionada de una forma bastante particular. Se considera que hoy, más de mil seiscientos millones de niños, jóvenes y adultos han tenido que adaptarse a nuevos métodos de enseñanza. La ciencia y la investigación exigen hoy mirar más el cambio y adaptarse a sus nuevos retos y desafíos.
El contexto de la educación, como todos los procesos que implican socialización, no pudo, por tanto, evitar declarase en emergencia. Las familias, para comenzar, a los problemas económicos y las dinámicas de las relaciones intrafamiliares (no siempre fáciles de redireccionar), debieron adaptarse para hacer de su hogar el salón de clases que, a la no siempre grata tarea de estudiar, tuvieron que sumarle el tener que hacerlo desde casa. ¡Cuántos padres de familia desgastados por no saber acompañar los procesos académicos de sus hijos! Pasó tiempo antes de entender que el proceso de la educación era una labor conjunta. Quienes así lo habían comprendido, han logrado llevar con mayor resiliencia esta emergencia de padres-educadores. Sí, hoy los padres y madres de familia se permitieron emerger como orientadores de los procesos socializadores, familiares, formativos y académicos de sus hijos.
Los docentes, formados para ejercer con excelencia la enseñanza en aquello en lo que eran expertos, tuvieron que suplir una carencia que hubo en los planes de estudio de las carreras que estudiaron para ser maestros. No era posible imaginarse cómo sería educar sin la presencialidad y, mucho menos, fuera de la zona de confort a la que lleva enseñar en un salón de clase y con contenidos a veces estáticos y repetitivos. Hoy reconocen que son indispensables sus conocimientos y la experiencia acumulada, pero que no es suficiente; la centralidad ya no puede estar en el docente, que debe ser más un mediador en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino en el estudiante quien, desde su experiencia y contextos, también tiene mucho que aportar. Así las cosas, hoy estamos de frente a una generación de docentes eruditos pero inexpertos en nuevas metodologías de aprendizaje, capaces en la transmisión “directa” de conocimientos estáticos, pero poco preparados para la construcción colectiva del saber. El docente no debería olvidar que su misión principal es la de hacer que sus estudiantes mantengan viva la llama, el deseo de seguir aprendiendo. Seguramente, este complejo proceso de reinvención hará de ellos verdaderos impulsadores del correspondiente paradigma de educación, para esta actualidad.
Es por esto que se hace necesario preguntarnos: ¿cuáles deberían ser las competencias y habilidades, las herramientas intelectuales, afectivas y sociales que deberían desarrollar nuestros niños, niñas y adolescentes? ¿Qué nos ha enseñado la pandemia sobre lo que es y significa una educación en donde lo digital adquiere una preponderancia importante? ¿Cuáles son los valores y antivalores que les hemos incultado a las nuevas generaciones? ¿Cuáles debería ser los principios y valores que han resurgido como importantes para una sociedad del cambio?
La escuela de antes y de ahora, la de siempre, tiene hoy que reformularse para innovar con nuevas iniciativas, preparando las nuevas generaciones para asumir los liderazgos que el mundo de hoy y del futuro necesitan. Para lograr esto, necesitamos una escuela con nueva visión pero sin olvidar su misión, una escuela que sepa integrar familias, docentes, estudiantes y la sociedad con sus problemáticas, necesidades y retos.
El Colegio Franciscano del Virrey Solís, aunando a su trayectoria académica y de formación en valores, ha venido abriéndose caminos para una nueva realidad, responiendo con empeño y compromiso para dar espacio en su práctica académica al proceso de bilingüismo, tecnologías y nuevas metodologías de la enseñanza-aprendizaje. Valoramos, con gratitud la disposición del corazón y de la estructura organizativa para que las realidades emergentes tuvieran, entre nosotros, la posibilidad de ser y la certeza de poder estar, sin perder de vista, que aún nos queda mucho camino por recorrer. Nuestro empeño es ir acompañando, interactuando y escuchando a todos los miembros de la comunidad educativa, para ver más claro el discernimiento y la toma de decisiones.
Hoy, con un adecuado proceso de adaptación a las circunstancias actuales, estamos respondiendo a las emergencias actuales y, por ello, continuamos con el proceso de innovación, ya iniciado hace un par de años. Fruto de ello, como retribución con las prácticas que se han venido potenciando a través del tiempo, les presentamos a ustedes el primer número de la revista THE WAKE VS (Writings About Knowledge and Experience at Virrey Solís), en la que encontrarán escritos inéditos de docentes de nuestra institución; quienes, además de tomarse en serio el proceso de adaptación que estamos construyendo, han querido compartir sus buenas prácticas con aquellos que soñamos con un nuevo paradigma educacional, que respete la tradición en la misma medida que el contexto actual en el que se lleva a cabo su misión-vocación. Para los próximos números esperamos contar con la participación de padres de familia, estudiantes, docentes, orientación escolar, frailes y demás miembros de nuestra comunidad franciscana virreyista.
Éxitos en los encuentros que tendrán con los autores. Establezcan diálogos profundos, inquietantes y críticos con las ideas que querrán quedarse en sus pensamientos.
Paz y Bien
Fray Sergio Iván Rojas Díaz, OFM
Rector