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LOS ESTIGMAS

 

Que el Señor les conceda su Paz.

El día 17 de septiembre, los Franciscanos en el mundo celebramos la fiesta de la estigmatización de San Francisco de Asís. Son muchos los biógrafos que nos hablan de este acontecimiento; nos basamos para esta reflexión en lo que escribe San Buenaventura:

Elevándose, pues, a Dios a impulsos del ardor seráfico de sus deseos y transformado por su tierna compasión en aquel que, a causa de su extremada caridad, quiso ser crucificado… Así, pues, al instante comenzaron a aparecer en sus manos y pies las señales de los clavos… Así también el costado derecho, como si hubiera sido traspasado por una lanza.” (LM XIII, 3). 

Cuando se habla de los estigmas, se hace referencia a las señales de Cristo en la cruz: manos, pies y costado; esto lo que menciona San Buenaventura, en el texto que hemos compartido. En este orden de ideas, decimos, afirmamos y corroboramos, de acuerdo a las fuentes escritas y a los testigos del tiempo de San Francisco, que efectivamente recibió en su cuerpo dichas señales.

Cuando leemos los diferentes textos que nos hablan de la vida de San Francisco, encontramos que fue un hombre muy espiritual, humilde, sencillo, cercano a Dios en alma y cuerpo; de igual manera, leemos que fue un santo del que se afirmó que era: el “Cristo de la Edad Media”: una de las razones fue su estilo de vida y la otra, los estigmas que recibió.

Francisco fue un hombre que tuvo muchos encuentros; el principal de estos encuentros fue, sin duda, el encuentro con Cristo. Se encontró con Cristo crucificado y, este encuentro, transformó su vida; se encontró con sus hermanos y este encuentro transformó la vida de sus hermanos.

Como San Pablo, San Francisco de Asís pudo decir: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2:20). No nos queda la menor duda, el encuentro con Cristo y la experiencia de los estigmas en el cuerpo de San Francisco, son consecuencia de Cristo Jesús que moraba en el corazón de Francisco.

Para todos los que hacen parte de la familia Virreyista, debe ser claro, que celebrar esta fiesta significa dejar que Cristo crucificado impregne todo el ser, dejarse encontrar por Cristo y hacer posible que Cristo viva en cada ser. Esto será posible cuando sintamos que Él nos ama, nos perdona, nos entiende, nos acompaña y quiere hacer parte de nuestra vida; por lo demás, les propongo que amen a sus hermanos y hermanas, a sus esposos y esposas, a sus hijos y a sus hijas; amen a sus estudiantes y a sus compañeros de trabajo.

Si Cristo vive en ustedes será posible, como Cristo, amar, perdonar, acompañar, entender y comprometer la vida con Dios y con todo el universo que nos rodea. Fue mucho el dolor corporal sufrido por Francisco al recibir los estigmas de Cristo. En Cristo, lo sabemos, fue el dolor por el amor que nos tuvo; en Francisco el amor a Dios en Cristo y el amor a sus hermanos. En quienes son padres, madres, profesores, profesoras, directivos, se experimenta el dolor por sus hijos, por sus hijas y por sus estudiantes. Es el dolor que se experimenta cuando se ama; porque definitivamente amar, como Cristo amó, duele.

 

Fray Jorge Botero Pineda, OFM