Las últimas décadas, con sus avances tecnológicos, ha traído para el ser humano una suerte de diversos beneficios y oportunidades nunca vistas. Es así, como hablar en torno a la rapidez y eficacia de la comunicación sea un hecho necesario para la cotidianidad del siglo XXI. Quienes vivimos un cambio generacional en el cual las relaciones interpersonales empezaron a estar marcadas por las tecnologías de la comunicación damos testimonio de las posturas críticas que se dieron ante e miedo que producía la novedad de lo desconocido.
Ante esta realidad y de modo profético, el sociólogo francés Gilles Lipovetsky en la década de los 80 en su obra titulada La era del vacío, anticipó un futuro individualista al cual tendería la humanidad gracias a la seducción emancipatoria que producía para cada persona el reconocimiento de su individualidad. De este modo, se daba paso al libre pensamiento y con ello a la libre decisión. La seducción técnica del propio reconocimiento se ve reflejada en la transición de la realidad a la virtualidad en donde la individualidad mutila el contacto y las relaciones intersubjetivas, ejemplo de lo dicho está en los procesos comerciales Self- service, en las actividades de ocio de videojuegos Single-player, y de manera cotidiana al interior de nuestras familias el rechazo del otro ante la aceptación del propio y enajenado por los contenidos virtuales.
La contingencia de la vida humana que dificulta la veracidad de las predicciones enunciadas en el pasado pero que de una u otra manera fueron acertadas en contextos previos a la pandemia, son para nosotros una posibilidad para aprender, encontrarnos y disfrutar la vida en la distancia. No obstante, la frialdad de las relaciones mediadas por por el uso de las herramientas audiovisuales desfigura el conocimiento sensorial del otro, que no cohíbe el hecho de conocer parte de sus emociones, pensamientos y palabras. El reconocimiento intersubjetivo está dado en función del entendimiento y de lo que cada uno puede decir y llegar al acuerdo con otros. En este sentido, el mundo virtual avanza hacia la experiencia real que involucra la experiencia sensitiva, la cual puede ser una experiencia fascinante a futuro, pero abstracta en nuestros días.
Finalmente, el conjunto de emociones, sentimientos, acciones y palabras que resumen la vivencia de un 2020 particular, nos ha permitido valorar la importancia de la adecuación a las realidades de nuestra época, puesto que ella misma dio las herramientas para mantener vivos los lazos fraternos que nos enseñaron una nueva forma de reconocimiento, de vida y de trabajo. Ello con toda certeza podrá nutrir una pronta experiencia pedagógica y presencial en nuestro colegio. Experiencia de la cual podremos disfrutar del contacto físico no enajenado y abstraído gracias a las tecnologías sino articulado y nutrido por ellas.
Fray Santiago Torres Gómez, OFM
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